¿Reyes de los atrasos? ¿Será que es un gen predominante que nos impulsa a actuar con falta de seriedad ante nuestros compromisos y deberes? ¿Será que es parte de nuestra cultura y por lo tanto es un rasgo de la personalidad latina? Qué delicioso es el despertar en la mañana y observar cómo se desvanece la fría aurora entre las espesas nubes, levantarse y ser el mejor aliado del reloj, sin ninguna preocupación, contratiempo o angustia porque tienes todo en orden. Esto pasa pocas veces en nuestro diario vivir, de resto, estamos mal acostumbrados a estar en afanes y somos expertos en echarle la culpa al tiempo. Por alguna razón Colombia está entre los países más impuntuales, aunque, no somos los únicos. La impuntualidad es un desafío que tanto los países latinoamericanos como muchos otros del mundo tienen que enfrentar a diario.
Para muchos no es algo nuevo el decir que la impuntualidad es un factor evidente en muchas áreas de nuestra vida, no solamente en el área laboral, sino que también está presente en los colegios, universidades, en las reuniones y hasta al momento de pagar los impuestos.
No obstante, en el manejo del tiempo los colombianos no aparecemos como los más expertos, pero conocemos la regla de los cinco minutos más a la perfección; en cinco minutos más me despierto para ir a trabajar, a estudiar, a una cita y así sucesivamente. Ser impuntuales es otra de las tantas cosas que nos adolece. La impuntualidad es la madre de otros hábitos, las excusas, llegamos tarde al trabajo, a clase, a la reunión, entregamos tarde el informe, la tarea, perdemos el avión, etc. Y después de esto, nos inventamos frases para adornar la falta de responsabilidad. Frases como: “cuando Dios repartió la puntualidad, los colombianos llegamos tarde.” – ‘’Disculpa la demora. Ha sido el tráfico; había un gran atochamiento cerca de aquí’’…
- ‘’Lo siento. La verdad es que me sentía muy mal. No sé qué me pasó. Pero no importa, ahora me siento mejor. ’’
- ‘’ ¡No tienes idea lo que me ocurrió! Tuve que ir urgente al médico. Aún no sé qué es, pero podría ser algo grave…’’
- ‘’ ¡Qué mala mi suerte! Al sacar el coche del estacionamiento, había otro impidiéndome la salida. ’’
- ‘’No te preocupes, ya estoy casi llegando. En menos de cinco minutos estoy por ahí…’’
-‘’ Uf, si te contara… cuando venía camino hacia acá, me he encontrado con un viejo amigo que no veía hace años y por supuesto he tenido que parar a saludarlo. ¡No me dejaba ir!’’
- ‘’No me vas a creer, pero mi despertador no funcionó esta mañana…’’
- ‘’ ¡¿Pero cómo?! ¿No te llegó mi mensaje de texto avisando mi demora?’’
- ‘’Lo siento. La verdad es que me sentía muy mal. No sé qué me pasó. Pero no importa, ahora me siento mejor. ’’
- ‘’ ¡No tienes idea lo que me ocurrió! Tuve que ir urgente al médico. Aún no sé qué es, pero podría ser algo grave…’’
- ‘’ ¡Qué mala mi suerte! Al sacar el coche del estacionamiento, había otro impidiéndome la salida. ’’
- ‘’No te preocupes, ya estoy casi llegando. En menos de cinco minutos estoy por ahí…’’
-‘’ Uf, si te contara… cuando venía camino hacia acá, me he encontrado con un viejo amigo que no veía hace años y por supuesto he tenido que parar a saludarlo. ¡No me dejaba ir!’’
- ‘’No me vas a creer, pero mi despertador no funcionó esta mañana…’’
- ‘’ ¡¿Pero cómo?! ¿No te llegó mi mensaje de texto avisando mi demora?’’
¡EL colmo! Pero esto es una cadena, esto se hace gracias a otras frases comunes como: ‘’eso lo hago mañana’’, ‘’en un minuto estoy allá’’, ‘’en cinco minutos le llego’’, ‘’ya estoy saliendo’’, cuando de verdad apenas nos estamos levantando de la cama, apenas estamos alistándonos para llegar o ni siquiera nos acordábamos de que teníamos un compromiso. Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra puntualidad denota el cuidado y diligencia en hacer las cosas a su debido tiempo. Lamentablemente esta no es una cualidad que nos caracterice como colombianos, al parecer es simplemente una palabra que existe en nuestro léxico pero que desconocemos por completo ya que su uso es poco frecuente.
Gracias a nuestra falta de compromiso, se pierden cantidad de dinero, puestos de trabajo, se incrementan los oficios, etc. Cabe señalar igualmente que la tardanza en llegar a la hora pactada aumenta los riesgos laborales puesto que los empleados presentes se ven obligados a cargar injustamente con el peso de los que incurren en la impuntualidad.
Es increíble la tenacidad tan bárbara que tenemos para el discurso, nos volvemos políticos por la cantidad de parlamento que echamos para faltar a nuestro deber. Los colombianos tendemos a ser individuos de palabra: para charlar y discursear pero, mucho menos, para cumplir estrictamente lo que hemos prometido y a la hora que se ha dicho que ello ha de ejecutarse. ‘’He llegado al extremo de pensar que quizás se trate de una competencia subrepticia para ver quién es el/la más impuntual; "el último en llegar se lleva el trofeo del Rey de la Impuntualidad."
Esto también se debe, porque nos encanta estar a destiempo, casi nunca tomamos una agenda, la organización de nuestro espacio y actividades es nula, salimos a la hora exacta para el trabajo, al colegio, la universidad, la entrevista laboral, una reunión de negocio, cita médica. Pero lo que no prevenimos es esa adversidad que se puede presentar en el camino.
Esto es tan profundo! No solamente llegamos tarde por la falta de organización, a veces sucede porque nos levantamos de la cama y nos sentamos un rato en la orilla mirando un zapato o simplemente nos sentamos en el sofá, después nos demoramos mucho tiempo en la ducha pensando o imaginando cosas, nos ponemos y quitamos atuendos porque no sabemos qué ponernos o cómo vestirnos, cuando eso debería de hacerse el día anterior. Y, cuando ya no hay tiempo nos damos cuenta que es tarde, después de haber desperdiciado horas, quizás minutos en cosas poco productivas. La verdad es que el tiempo pasa tan deprisa, que cuando “despertamos” y por equivocación observamos la hora, es poco lo que se puede hacer para remediar el descuido.
Colombia no es el único país con esta problemática, Perú es uno de los tantos países latinoamericanos que ha intentado terminar con la impuntualidad. En Ecuador, el ex Presidente Lucio Gutiérrez (2003-05), realizó una cruzada similar para ese mal hábito, que causaba pérdidas por 2.300 millones de dólares anuales a su país.
La impuntualidad ecuatoriana es bien conocida, por no decir “famosa”. Por lo general las citas se concretan de 15 a 30 minutos después de la hora pactada. Tradicionalmente se escuchan frases como: “Digamos a las 7, para que estén acá a las 7 y media” o “te paso a buscar a las doce o doce y media, ¿ok?”.
No obstante, África es muy similar a Latinoamérica en cuanto a la concepción del tiempo, sino más laxa. El tiempo es visto como un recurso renovable y como un bien del cual hay de sobra. Hay un dicho africano famoso que dice: “Los africanos no esperan al tiempo; el tiempo espera a los africanos”. El cultivo de la paciencia es esencial, pues la gente puede hasta no llegar a los compromisos.
En el año 2007, el entonces presidente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, lanzó una campaña titulada “La hora africana está matando a África – combatamos”. Mientras que hay algunas compañías (como Kenya Airlines) que han logrado mejorar sus horarios, da la impresión de que la mayoría de los países del continente africano todavía hacen uso de su visión clásica del tiempo. Como en muchas partes de Latinoamérica, ¡llegar a la hora a un compromiso social puede incluso ser mal visto!
Esta falencia es la respuesta a varias de las tantas problemáticas del desempleo; las personas todo el tiempo están quejándose porque no hay oportunidades laborales cuando de verdad sí las hay. Esto nos hace quedar ante las demás personas como irresponsables, irrespetuosos por hacer esperar más del horario pactado, personas poco serias o incapaces de asumir el cargo que se nos ha otorgado. Yo, personalmente pienso que los países latinos, en especial Colombia, deberían de erradicar esta mala costumbre que nos ha distinguido y no por algo bueno ante los demás países; esto es una brecha que obstaculiza el paso al progreso y la excelencia. Tenemos que salir de este hábito al que hemos llamado cultura y seguir los buenos ejemplos de otros países como Alemania, Japón, Suiza y Finlandia.
En estos países, la puntualidad es la base intrínseca de la cultura. El tiempo está claramente estructurado en horas, minutos y segundos por un motivo. Los alemanes tienen fama de ser patológicamente puntuales; estar a la hora es un símbolo de respeto mínimo, especialmente en una cultura que le gusta planificar con anticipación. El 85% de los alemanes admite tomarse los compromisos seriamente, y esperan que los otros hagan lo mismo. Invita a un alemán a la casa a las ocho, y es muy probable que lo encuentres a las siete cincuenta haciendo hora frente a la puerta o en su auto.
En Japón, el país del respeto y los buenos modales, se pide perdón si la otra persona te está esperando, sin importar si estás a la hora o has incluso llegado más temprano. Cuando dos personas se juntan, hay una gran posibilidad que una llegue mucho antes que la otra (¡a veces hasta media hora o más!). Sin embargo, si le preguntas “¿llegaste hace mucho?” lo más probable es que te diga “no, no, acabo de llegar”.
En el año 2006, el atraso promedio de la línea ferroviaria Tokaido Shinkansen fue de 0,3 minutos. La puntualidad de los trenes es tan extrema en Japón que, si por algún motivo el tren se llegar a retrasar cinco minutos o más, te dan un certificado de atraso ferroviario en la estación donde te bajas. Dicho certificado es de las pocas excusas válidas que se le pueden dar a un jefe, profesor o colega por llegar atrasado.
Mientras que la puntualidad es vista como una obsesión en Suiza y Alemania, en Finlandia tienen una visión ligeramente distinta: es una aversión a quitarle tiempo a otras personas. Si se llega atrasado a la oficina, una buena excusa te puede salvar el pellejo la primera vez, pero no más allá.
Por otra parte, India y Nepal son puntuales solo para hacer ropa. Las dos naciones asiáticas no se caracterizan por su puntualidad. Los horarios son relajadísimos, las reuniones prácticamente nunca comienzan a la hora y los sistemas de transportes comúnmente funcionan atrasados. Sin embargo, a la hora de hacerte un traje o ropa, ambos países son reyes. En Mumbai (famoso por sus sastres), puedes mandarte a hacer un traje a la medida y recogerlo al día siguiente o dos días después, y lo tienen listo. Por su parte, en Katmandú, Nepal, puedes pedir que te “copien” ropa, ¡y te la pueden tener lista en medio día o un día!
La puntualidad consolida nuestras metas, como dijo el escritor y novelista inglés Charles Dickens: ‘’Nunca podría haber hecho lo que he hecho, sin los hábitos de puntualidad, orden y diligencia, sin la determinación de concentrar en mí un objetivo la vez. La puntualidad no es una simple y llana palabra, es un valor que está enlazado con la disciplina; es el hecho de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del trabajo, una reunión de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar. El valor de la puntualidad desarrolla nuestro carácter, orden y eficacia, aparte de esto, nos hace actuar con madurez y responsabilidad.
Para empezar a corregir esto, no necesariamente tenemos que ser esclavos del tiempo, es una habilidad que se trabaja a diario. Se necesita empezar a ser diligentes con los compromisos establecidos, dejar de inventar tantas excusas y activar el sentido de responsabilidad. Si bien, es de gran utilidad programar la alarma de nuestro reloj u ordenador, pedirle a un familiar o compañero que nos recuerde la hora (algunas veces para no ser molesto y dependiente), porque es necesario poner un remedio inmediato, de otra forma, imposible. Recuerda: ‘’ No existe falta de tiempo, existe falta de interés. Porque cuando la gente realmente quiere, la madrugada se vuelve día. Martes se vuelve sábado y un momento se vuelve oportunidad. ‘’
Ya para finalizar el tema, quiero decir que, es un poco irónico que haya escogido este lema siendo que yo no soy la más adecuada para hablar de ello. Sin embargo, lo destaqué porque fue algo inesperado que nunca planeé, simplemente es algo que me pasa a diario y es la causa sustancial por la que muchas veces estoy en contratiempos. Pienso que ser enemigos del reloj es una mala rutina que nosotros como colombianos hemos arraigado a nuestra cultura. Vivimos en una lucha continua con la impuntualidad, en donde el reloj siempre está a favor de crono. Esto produce desgonce y demanda un mayor esfuerzo en la actividades por no saber administrar el tiempo y por no hacer lo que corresponde al día anterior. Es muy difícil que nosotros abandonemos el hábito de la impuntualidad, ya que constantemente nos encanta desafiar el tiempo. Sin embargo, es posible que esta problemática cambie si tenemos voluntad de cambio y desarrollo de principios como disciplina y responsabilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario